
Los izquierdistas afirman que los opositores de la ideología no están diciendo la verdad. Pero este intento de acabar con la discusión no funcionará. Sus ideas antiliberales son contrarias a la libertad estadounidense y la seguridad judía.
Mientras los estadounidenses se preparan para celebrar el 245 aniversario de la fundación de su nación, muchas, si no la mayoría de las ideas que solían darse por sentado sobre lo que significaba el 4 de julio, están siendo atacadas. La mayoría de nosotros no nos dimos cuenta de esto hasta agosto de 2019, cuando The New York Times publicó el “Proyecto 1619”, una serie de ensayos destinados a impulsar una reevaluación no solo de la historia de Estados Unidos, sino también de cómo debe considerarse este país en la actualidad.
Aunque lleno de errores y distorsiones los cuales fueron señalados por algunos de los principales historiadores del país, quienes a su vez son políticos liberales después de su publicación inicial, fue alabado por las clases parlanchinas. Se le otorgó un dudoso premio Pulitzer por afirmar falazmente que el verdadero comienzo del país no fue 1776, sino en la fecha en que se introdujeron los esclavos africanos en América del Norte. Su objetivo era afirmar que el objetivo de la Revolución estadounidense era defender la esclavitud, no la libertad, y luego condenó a los Estados Unidos por ser una nación tan irremediablemente racista hoy como lo era entonces.
Sin embargo, no fue hasta el siguiente junio, cuando el país entró en pánico moral después de la muerte de George Floyd, que la influencia de esta equivocada distorsión del pasado se hizo realidad. Ahora, más de un año después de que la autora principal del proyecto, Nikole Hannah-Jones, abrazó con orgullo la noción de que los disturbios civiles que sacudieron a la nación deberían llamarse los “disturbios de 1619”, los estadounidenses acaban de comenzar un análisis de los fundamentos intelectuales y morales de este grave distorsión de su pasado, así como de la naturaleza del país en el que viven actualmente.
En su corazón están los conceptos de la teoría crítica de la raza (CRT) y la interseccionalidad, que fueron empujados a la corriente principal a medida que el movimiento Black Lives Matter pasó de los márgenes de la sociedad a la corriente principal. Nos enseñan a considerar la raza como la verdad que define nuestra existencia y no solo como uno de los muchos factores que explican quiénes somos y cómo vivimos.
Ambos conceptos tienen su origen en el ambiente de invernadero de la academia izquierdista, pero como tantas otras nociones tóxicas, no solo han migrado a la palestra pública. Con la ayuda de personas influyentes de la cultura pop, los principales medios de comunicación y los políticos que buscaban capitalizar la atmósfera política posterior a George Floyd se hicieron cargo en gran medida. Es el motor intelectual que impulsa las fuerzas de la cancelación de la cultura. Más que eso, sus seguidores han estado trabajando asiduamente para apoderarse de nuestro sistema de educación pública mediante la instalación de cursos y programas empapados en la ideología CRT, así como el revisionismo “1619” sobre la historia estadounidense.
Lo que es igualmente preocupante es que la creencia en CRT ha generado apoyo para la idea de “equidad” en lugar de igualdad como el principio rector de la ley y la justicia estadounidense. Esto esencialmente exige que el gobierno y otras instituciones se involucren en una discriminación racional contra aquellos considerados culpables del “privilegio de los blancos” con el fin de corregir los errores del pasado, independientemente de las circunstancias de los afectados por estas medidas.
Aunque retrasados, y operando bajo la desventaja de la hostilidad de la mayoría de los medios, aquellos que buscan nadar contra corriente en este tema han comenzado a hacer oír su voz. Eso a su vez ha creado una reacción violenta de los partidarios de CRT que tiene como objetivo difamar a los oponentes de esta ideología como racistas, extremistas de derecha y, en un asombroso ejemplo de iluminación, oponentes de la libertad de expresión y la libertad académica. La ironía de quienes más han hecho para aplastar un debate abierto sobre estos temas, llamando a quienes están tratando de iniciar una discusión nacional sobre esto, se encuentra dispersa en los principales medios de comunicación como por ejemplo, el New York Times.
Pero, inevitablemente, ha surgido una versión específicamente judía de este intento para convencer a los estadounidenses de que una ideología antiliberal obsesionada con la raza en realidad está siendo falsamente caracterizada por sus oponentes. Una carta abierta publicada en The Forward, firmada por un grupo de rabinos y académicos quienes se autodenominan irónicamente “Judíos por el discurso abierto”, viene a ser el más reciente intento de este tipo para cerrar el debate sobre la CRT.
La presunción de la carta es que CRT no solo está siendo difamada por derechistas, sino que quienes la han criticado ignoran su verdadero significado. Afirma que los argumentos que enseña CRT – que fomenta la creencia de que la humanidad está dividida en opresores y víctimas, y que aquellos que son culpables de tener “privilegios blancos” deben ser forzados a reconocer sus pecados – están siendo retratados falsamente. Niegan que la CRT y la interseccionalidad condenan a todos aquellos así designados, y que los judíos y el Estado de Israel están especialmente en peligro por esto.
La carta afirma que los críticos de CRT hablan del tema en “términos simplistas” y que las nociones al respecto y la ideología interseccional que dan un permiso al antisemitismo están “desvinculadas” del “contenido real” de estos “conceptos de justicia social” aunque no cita un solo ejemplo concreto de tal caracterización errónea.
En otras palabras, estos intelectuales nos están diciendo que nos callemos y reconozcamos que somos demasiado tontos para entender las verdades de estos conceptos, aun cuando nuestros ojos y oídos nos dicen que son antiliberales y discriminatorios. Peor aún, la carta afirma que es particularmente vergonzoso que los judíos acepten el nuevo pensamiento grupal sobre la raza porque hiere los sentimientos de los judíos de color que están detrás del avance para aceptar la CRT como nuestra nueva religión civil nacional, sin importar la forma en que legitimen las difamaciones contra Israel, sus partidarios y alimenten la violencia antisemita en nuestras calles. Ellos afirman que por hablar, los críticos están endureciendo nuestro discurso, y que deberíamos simplemente escuchar a nuestros mejores intelectuales en la academia y hacer lo que nos dicen.
La noción de que los críticos de CRT están malinterpretando es simplemente falsa. Lea el trabajo del ideólogo de BLM Ibram X. Kendi o el gurú de la “Fragilidad blanca” Robin DiAngelo o la plataforma de los diversos grupos de BLM, y verá que las personas que mienten sobre CRT y la interseccionalidad son sus apologistas liberales, tal como los firmantes de esa carta. Además, no es solo una mala idea sino que es inherentemente totalitaria y busca crear “listas de palabras opresivas” que persiguen silenciar el libre discurso. Las omnipresentes sesiones de entrenamiento tienen todas las características de las sectas en el sentido de que cualquiera que cuestione su premisa sobre las razas se considera un hereje [racista] que debe ser apagado.
La CRT es mala para todos los estadounidenses, pero los judíos deberían ser particularmente conscientes de los peligros que presenta. Esto es especialmente cierto con destacados defensores políticos de la “equidad” y la interseccionalidad como lo es la representante Ilhan Omar (D-Minn.) – convirtiéndose no solo en las voces más visibles que abogan por ideas antisemitas, sino también con un sello kosher de aprobación por parte del Partido Demócrata y judíos de izquierda y sus organizaciones.
El fin de semana del 4 de julio es un momento oportuno para comenzar un ajuste de cuentas moral sobre el papel que está jugando CRT en el fomento del antisemitismo. El Día de la Independencia debería recordarnos la forma en que el ala liberal de la libertad y la democracia estadounidenses ha jugado al dar a los judíos el refugio más libre y próspero en la historia de la Diáspora. La seguridad judía en este país está inextricablemente ligada a las ideas del excepcionalismo estadounidense que los defensores de la CRT están haciendo todo lo posible por derribar.
Lo que está en juego aquí es increíblemente alto, y por eso es imperativo que los judíos se unan al movimiento para detener la CRT y la interseccionalidad. Si los defensores de estos conceptos logran reemplazar la devoción por la igualdad por la equidad, será el final de una era de aceptación y éxito para la comunidad judía. No se debe permitir que eso suceda.
Jonathan S. Tobin es editor en jefe de JNS — Jewish News Syndicate. Síguelo en Twitter en: @jonathans_tobin.
Según tomado de, Who’s lying about critical race theory? (jns.org)
Traducción por drigs, CEJSPR