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Monthly Archives: June 2016

Orígenes del cristianismo

Orígenes del cristianismo

En una era de cruel opresión, aparecieron varias sectas separatistas que creían que el apocalipsis estaba cerca.
por Rav Ken Spiro

El siglo y medio que vino luego de la conclusión de la escritura de la Mishná corresponde al período histórico en que el Imperio Romano adoptó el cristianismo, una movida que tendría un gran impacto para los judíos. Sin embargo, antes de contar esa historia, debemos volver en el tiempo hasta el siglo 1 EC, cuando el Templo aún estaba en pie.

Como recordaremos de la parte 31 de esta serie, desde la invasión romana —y particularmente desde las persecuciones a los sabios por parte del rey Herodes el Grande— el pueblo judío estaba en un estado de gran agitación. Pronto emergerían sentimientos nacionalistas en la Gran Revuelta (67-70 EC) y los judíos se encontrarían peleando contra los romanos y entre sí mismos.

En esta atmósfera de tensión —en la que el pueblo judío anhelaba un líder que lo ayudara a liberarse del yugo romano— fueron plantadas las semillas de lo que posteriormente se convertiría en el cristianismo.

Mesías

Cuando los judíos anhelan un salvador, están anhelando la llegada del Mesías.

Es importante comprender que la idea del Mesías no fue inventada por el cristianismo; es una antigua idea judía, uno de los “trece principios de fe” del judaísmo (1). Esta idea aparece registrada varias veces en los libros de los profetas, incluyendo a Yeshayahu, Mija, Tzefaniá y Iejézquel.

(De hecho, a lo largo de la historia judía hubo muchos poderosos líderes sobre los cuales durante un tiempo se pensó erróneamente que eran el Mesías; pero cuando el supuesto Mesías no cumplió con las profecías —como traer paz mundial, etc.— quedó claro que no lo era).

La palabra Mesías proviene de la palabra hebrea mashaj, que significa ‘ungido’ (2). El Mashíaj es por lo tanto el “ungido” de Dios. Por ejemplo, así es como relata el Libro de Shmuel el ungimiento de David como rey:

Shmuel tomó el cuerno de aceite y lo ungió [a David] entre sus hermanos, y el espíritu de Dios reposó sobre David desde ese día en adelante (Shmuel 1 16:13).

A lo largo de todo el Tanaj vemos numerosos ejemplos en los que Dios designa individuos para el reinado por medio de enviarles un profeta para que los ungiera. A pesar de que en el Tanaj hay muchas personas a las que se les llama “ungidas”, hay una sola a la que se le llama “el ungido”: el Mesías. La definición judía de Mesías es un líder judío (sin dudas se trata de un ser humano), descendiente de la línea del Rey David (es decir, de la tribu de Yehudá) que tendrá el conocimiento de Torá y la capacidad de liderazgo necesaria para traer a todo el pueblo judío de vuelta a la Tierra de Israel; volverá a reconstruir el Templo, traerá la paz mundial y guiará a todo el mundo al entendimiento que existe un único Dios.

(Fuentes judías de estos puntos (en el orden enumerado arriba): Bereshit 49:10; Devarim 17:15; Bamidbar 24:17; Bereshit 49:10; Divrei Hayamim I 17:11; Tehilim 89:29-38; Yirmiyahu 33:17; Shmuel II 7:12-16; Yeshayahu 2:4; Yeshayahu 11:1-12; Yeshayahu 27:12-13; Yeshayahu 40:5; Mija 4:1; Mija 4:3; Tzefaniá 3:9; Iejézquel 37:24-28).

Maimónides, un gran erudito medieval, nos da una definición concisa del Mesías basado en tradiciones que provienen de la ley oral:

El Rey Mesías surgirá y restituirá el reinado de David a su estado anterior y a su soberanía original. Reconstruirá el santuario y reunirá a los dispersos de Israel. En sus días serán reinstituidas todas las leyes antiguas… No creas que el Rey Mesías tendrá que hacer señales y maravillas, traer algo nuevo a la existencia, revivir a los muertos o cosas similares. No es así…

Si surgiera un rey de la Casa de David que meditara en Torá, se ocupara con los mandamientos… observara los preceptos prescritos en la Torá Escrita y en la Oral, prevaleciera sobre Israel para caminar por el camino de la Torá… luchara las batallas de Hashem, entonces puede asumirse que es el Mesías. Si hace esas cosas y tiene éxito, reconstruye el santuario en su sitio y reúne a los dispersos de Israel, entonces es sin dudas el Mesías. Él preparará al mundo entero para servir a Hashem (3).

El profeta Yeshayahu, cuya profecía sobre este tema es probablemente la más conocida de todas, describe la visión judía mesiánica con estas palabras:

En los días por venir, el Monte de la Casa de Dios se parará firme sobre las montañas y se alzará imponente sobre las colinas. Todas las naciones afluirán hacia él. Los muchos pueblos irán y dirán: “Vengan, vayamos al Monte de Dios, a la Casa del Dios de Yaakov: que Él nos instruya en Sus caminos, que podamos caminar en Sus senderos” (Yeshayahu 2:3).

Y ellos cambiarán sus espadas por arados y sus lanzas por podadoras; ninguna nación levantará espada en contra de [otra] nación. Tampoco volverán a adiestrarse para la guerra… (Yeshayahu 2:4).

[En ese tiempo] el lobo vivirá en paz con el cordero, el leopardo yacerá con el niño, el becerro y la bestia de caza serán alimentados juntos con un niño pequeño (Yeshayahu 11:6).

Dado que la noción de una persona que redimirá al pueblo judío es una parte fundamental y filosófica de la visión judía del mundo, no es ninguna sorpresa que en tiempos de crisis siempre aparezca la expectativa de dicha redención.

De hecho, nuestros sabios dicen que el Mesías nacerá en Tishá B’Av, la peor fecha del calendario judío; en ese día han ocurrido los peores desastres para el pueblo judío (la destrucción del Primer y Segundo Templo, la caída de Betar en 135 EC, etc.).

El Libro de Iejézquel, por ejemplo, habla de un enfrentamiento final —la Guerra de Gog y Magog—, una terrible guerra en la cual las naciones se volverán en contra de los judíos (4). De acuerdo a un posible escenario, se espera que en ese momento llegue el Mesías y traiga la redención final.

A eso se debe que, cuando los tiempos son muy malos, el pueblo judío tiende a pensar que éste es el enfrentamiento final. Siempre es más oscuro antes del amanecer: pareciera que las cosas no pueden ser peor. Y si es así, entonces el Mesías debe estar a la vuelta de la esquina.

Un período oscuro

La ocupación romana fue un período sumamente oscuro en la historia judía. Algunos de los más brillantes sabios rabínicos habían sido asesinados por Herodes y la corrupción se había abierto paso hasta la jerarquía del Templo. Los judíos se habían dividido en tres grupos principales:

1.Los ricos saduceos (muchos de ellos eran kohanim, familias sacerdotales), quienes negaban la autoridad de la Torá Oral y le prometían lealtad a Roma;

2.Los fanáticamente religiosos y nacionalistas Zelotes, quienes estaban listos para luchar a muerte frente a Roma en una batalla suicida; y

3.La mayoría farisea, aún leales a la Torá y a la Ley Oral, quienes estaban atrapados en el medio.

De esta caótica época —que estuvo marcada por un violento antisemitismo y una cruenta opresión a los judíos— nacieron varias sectas separatistas, cuyos miembros creían que el Apocalipsis estaba a la vuelta de la esquina. Encontrando un oído receptivo entre los oprimidos, estas sectas pregonaban que la batalla final del bien frente al mal ocurriría pronto y que vendría seguida por la redención mesiánica de la humanidad.

La Secta del Mar Muerto —que se hizo famosa en los tiempos modernos por el descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto en Qumran, la cual es posible que haya estado asociada a los Essenes— fue una secta de este tipo, pero había muchas otras.

Las enseñanzas de estas sectas no tenían popularidad entre los judíos. Tal como los judíos solían rechazar a las religiones extrañas, también rechazaban los intentos de alterar el funcionamiento interno del judaísmo.

Sin embargo, en este tumultuoso período histórico, los judíos estaban más susceptibles que nunca. Los distritos rurales estaban llenos de carismáticos curadores y predicadores, y la gente acudía masivamente a ellos esperando escuchar una profecía que dijera que los años de lucha y sufrimiento estaban por terminar.

El más legendario de todos fue Josué, o Jesús, quien más adelante en la historia llegó a ser llamado Cristo, que es la palabra griega para Mesías.

Describir los comienzos del cristianismo temprano bajo Jesús va más allá de los alcances de esta serie. Actualmente hay aproximadamente 2.700 libros disponibles sobre el tema, muchos de los cuales han sido escritos en los últimos años y comparan al Jesús histórico con el Jesús legendario, debatiendo qué dijo y qué no dijo y explicando qué cosas pueden ser dichas de él con algún grado de certeza.

(Para quienes estén interesados, una buena fuente es el libro del premiado biógrafo inglés A. N. Wilson: Jesús: A Life (Jesús: una vida), que analiza con detenimiento toda la información disponible e incluye además una buena cantidad de fascinante especulación).

Históricamente hablando, es muy poco lo que se sabe. Todos los autores del Evangelio, comenzando por Marcos en el año 60 EC, vivieron después de la fecha aceptada de la muerte de Jesús (34 EC). Hay muchas referencias en el Talmud a varias personalidades que los rabinos desaprobaban, y algunos han especulado que una o más de ellas se refieren a Jesús. La posibilidad más cercana es Ieshu Ha-Notzrí (5), pero hay varios problemas con esta idea: primero, hay al menos dos personajes en el Talmud con el nombre Ieshu Ha-Notzrí. Segundo, de acuerdo a la cronología judía, estos dos individuos vivieron en el tiempo en que Iehoshúa ben Perajiá lideró el Sanedrín (150 AEC) y, por lo tanto, de acuerdo a la cronología cristiana precedieron a Jesús por al menos 150 años. El segundo Ieshu vivió en algún momento durante el segundo siglo de la Era Común, unos 100 años después de la muerte de Jesús. Finalmente, la limitada narrativa que encontramos en el Talmud (6) sobre Ieshu no encaja con nada del Evangelio.

Uno esperaría —si Jesús hubiese sido al menos un tanto influyente en su época— que el gran historiador judío Josefo (38-100 EC) le hubiera dedicado considerable espacio. En todos los escritos de Josefo hay sólo una mención de Jesús (Josefo, Antigüedades 18:3:3), y esta única referencia es considerada por prácticamente todos los eruditos como una inserción al texto original que fue agregada posteriormente por los monjes cristianos que copiaron esos textos para las librerías de la iglesia (7).

Lo mejor que podemos decir con certeza es que el mundo cristiano concuerda en que Jesús fue un judío que estaba familiarizado con la Torá, observaba la “Ley de Moisés” y enseñó muchos de sus preceptos, aunque también se alejó de algunos de ellos.

Una de sus enseñanzas más famosas consiste de dos citas de la Torá que son cosas básicas del judaísmo y emulan el énfasis de las enseñanzas rabínicas de su era. Cuando le pidieron que mencionara el mandamiento más importante, Jesús, según es citado en el Evangelio de Mateo (22:37-40), contestó:

Ama al Eterno tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Este mandamiento es el primero y el más grandioso. El segundo es similar: Ama a tu prójimo como a ti mismo. Toda la ley y los profetas dependen de estos dos mandamientos.

“Ama al Eterno tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas” es una cita de Devarím 6:5. “Ama a tu prójimo como a ti mismo” es de Vaikrá 19:18. Esas enseñanzas precedieron a Jesús por unos 1.300 años.

Como ya mencionamos, los Evangelios, los cuales buscan registrar cuáles fueron las enseñanzas de Jesús, fueron escritos en griego muchos años después de su muerte (que, a propósito, las fuentes cristianas datan en 34 EC, unos 35 años antes de la destrucción del Templo).

Judíos seguidores de Jesús

¿Quiénes eran los judíos seguidores de Jesús?

Los miembros de la secta de Jesús eran claramente judíos religiosos que creyeron que Jesús era el Mesías. No podían haber creído que Jesús era “Dios” y continuar siendo judíos, ya que para los judíos esa creencia hubiera sido absoluta idolatría, similar a las creencias paganas grecorromanas en donde los dioses adoptaban forma humana y tenían relaciones con los humanos.

(De hecho, el concepto de “hijo de Dios” apareció más adelante en la teología cristiana, a pesar de que los evangelios usan mucho el término “hijo del Hombre”, que es tomado de las escrituras de los profetas y en ocasiones utilizado para referirse al profeta mismo).

De todos modos, la secta de Jesús —al igual que muchas otras sectas en la Tierra de Israel— habría desaparecido incluso si sus miembros hubieran sobrevivido las revueltas en contra de Roma en los siglos I y II. (Los fariseos (8) sobrevivieron principalmente gracias a la visión de su líder, Rabí Iojanán ben Zakai, como vimos previamente).

Entonces, ¿de dónde salieron todos los cristianos? De hecho, ¿de dónde salió el cristianismo?

Para la respuesta debemos analizar otra colorida personalidad que apareció en escena después de la muerte de Jesús, a quien virtualmente todo historiador del cristianismo le acredita la diseminación del mensaje de Jesús a lo largo del mundo o al menos el darle forma al cristianismo para que el mundo pagano lo consumiese.

Se trata de un judío que era conocido originalmente como Shaúl, el cual es conocido en el cristianismo como “San Pablo”.

Notas:

1) Los Trece Principios están basados en las enseñanzas de Maimónides (1135-1204) y abarcan la filosofía básica del judaísmo. El punto número doce declara: “Yo creo con fe perfecta en la llegada del Mesías y, aunque él se retrasare, continuaré aguardando su llegada cada día”.

2) Una descripción del aceite de ungimiento se encuentra en el Libro de Shemot (30:22-30): Hashem habló a Moisés, diciendo: “Y toma tú especias finas: mirra fina… canela aromática… casia… y aceite de oliva. De él harás aceite para unción de santidad… Con él ungirás la Tienda de la Cita (Tabernáculo) y el Arca del Testimonio… Ungirás a Aharón y a sus hijos y los consagrarás para que oficien ante mí”.

3) Maimónides Mishné Torá; Leyes de Reyes, Cap. 12.

4) Ver: Iejézquel 38: 1-16; Zejaría 12:1-3.

5) Aunque Ieshu suene como Ieshu y Notzrí es cristiano en hebreo moderno, conectar a Ieshu con Jesús es muy problemático especialmente porque algunas autoridades consideran que el nombre Ieshu es un sobrenombre y no el nombre real de una persona (Referencias al nombre Ieshu pueden ser encontradas en: Talmud, Brajot 17b; Sanhedrín 43a y 103a; Rashi en Brajot 12b; Rashi en Rosh HaShaná 17a; Rashi en Yomá 40b)

6) Es importante mencionar que esas referencias (ver: Talmud, Sanedrín 43a y 67a; Sotá 47a) no se encuentran en la mayoría de las ediciones modernas del Talmud. En la Europa medieval y durante el Renacimiento, el Talmud fue sujeto a censura y en muchas ocasiones fue quemado públicamente. Cuando se inventó la prensa (1453) los impresores cristianos, que imprimieron el Talmud, sólo imprimieron las versiones censuradas. Todos los pasajes percibidos como anti-cristianos/anti-gentiles fueron dejados fuera. En la actualidad, a pesar de no haber mucha censura, estos pasajes no han sido reinsertados al texto del Talmud en la mayoría de las ediciones. Hay un libro pequeño llamado Jesronot HaShas (“Eso que Falta del Talmud”) que contiene todas las partes faltantes del Talmud.

7) El autor más probable de esta referencia es Eusebius, el obispo de Cesárea en del siglo 4. La razón para tal inserción en el texto es obvia. La falta de toda mención en Josefo (que no deja nada de lado) era muy problemática para el cristianismo. Eusebius insertó una breve referencia de Jesús en el texto de Antigüedades de Josefo para encubrir esta evidente ausencia.

8) El judaísmo fariseo sobrevivió y eventualmente evolucionó para convertirse en el Judaísmo Ortodoxo de la actualidad.

Segun tomado de http://www.aishlatino.com/judaismo/historia/curso-rapido/Origenes-del-cristianismo.html el Viernes, 24 de junio de 2016.

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Posted by on June 24, 2016 in Uncategorized

 

El hombre en busca de sentido

El hombre en busca de sentido

¿De qué se trata todo esto? ¿Para qué hacerlo? ¿Cuál es el propósito de la vida?
por Rav Ben Tzion Shafier

Victor Frankl fue un psiquiatra vienés secular que apenas sabía que era judío. Los nazis hicieron que su identidad quedara clara cuando lo deportaron a un campo de concentración.

Después de la guerra, escribió un libro titulado El hombre en busca de sentido. El libro tiene dos partes. La primera trata acerca de la vida en los campos de concentración. Describe cómo intentó salirse de la existencia del día a día y analizar la vida en los campos desde un punto de vista imparcial. Es una lectura espeluznante.

La segunda parte del libro es igual de interesante. En ella, Frankl describe lo que fue la vida para él después de la guerra. Poco después de haber pasado un tiempo en un campo para sobrevivientes de guerra, llegó a los Estados Unidos y abrió una clínica en el Upper East Side de Manhattan. Por haber sido un psiquiatra mundialmente famoso, su consultorio se llenó rápidamente. Sin embargo, él explica que los casos que trataba ahora no eran para nada parecidos a los que estaba acostumbrado a tratar. Una mujer llegaba a su oficina y él comenzaba la entrevista preliminar:

—Señora, ¿en qué puedo ayudarle?

—Es que, doctor, estoy deprimida.

—Ya veo. ¿Es su matrimonio?

—No. Eso va muy bien.

—¿Son sus hijos?

—No, ellos también están bien.

—¿Se trata de su trabajo?

—No, eso está muy bien.

—Entonces, ¿qué es? ¿Por qué está usted deprimida?

—No lo sé, doctor. Por eso estoy aquí.

Él describe que, paciente tras paciente, llegaban deprimidos, pero sin ninguna causa atribuible. Ningún trauma. Ninguna pérdida de un ser querido. No habían perdido su trabajo ni su fuente de ingresos. Su conclusión: estas personas estaban deprimidas porque les faltaba un significado en su vida; les faltaba dirección y propósito. Un hombre de cuarenta y cinco años se despertaba y se decía a sí mismo: “Me va muy bien. Estoy ganando montones de dinero, mi compañía está floreciendo. Pero, ¿de qué se trata todo esto? ¿Para qué hacerlo? ¿Cuál es el propósito de todo?”.

La conclusión de Victor Frankl, desde un punto de vista psiquiátrico, es que el hombre sin sentido se deprime y, de hecho, debe deprimirse, porque en el núcleo de su esencia está vacío. Su única esperanza es encontrar significado y propósito en su vida. Solamente entonces encontrará la felicidad.

¿Por qué el hombre no puede satisfacerse?

Él estaba en lo correcto. La razón es que Dios creó al hombre para un propósito más elevado, y le dio una neshamá, la cual no permite al hombre estar tranquilo. No le permite ser mediocre. Le exige demasiado. Le exige vivir con un propósito; le exige dar a los demás; le exige hacer contribuciones significativas; y si sus necesidades no son cumplidas, lo deja triste e infeliz.

Una de las paradojas de la vida es que puedes tener todo y ser pobre, o no tener nada y ser rico. Pero no se trata de una cuestión de actitud. No es solamente un asunto de apreciar lo que tenemos. Es algo mucho más profundo que eso, que corta la fibra misma de la personalidad humana.

El hombre tiene dos partes dentro de él. Cuando satisface las necesidades de las dos, logra un estado de balance y armonía. Está en paz consigo mismo. Cuando eso sucede, todo es hermoso. El sol brilla, los pájaros cantan y todo es maravilloso. Puede ser que esté lloviendo afuera y que no pueda pagar la hipoteca, pero está bien, porque las cosas tienen sentido. Comprende la vida. Entiende lo que está haciendo aquí. Y siente verdadera alegría y satisfacción. Está feliz.

El propósito de la vida no es la felicidad, y la Torá no es una “guía para ayudarte a ser feliz”. Pero una consecuencia directa de llevar un estilo de vida de Torá es que serás feliz. La Torá es la guía para llevar una vida exitosa. Fue escrita por el Único que entiende realmente al hombre: su Creador. Cuando una persona sigue Sus caminos, está en paz consigo mismo. Ambas partes tienen sus necesidades satisfechas, y está en sintonía consigo mismo.

Permitiendo que tu parte física gobierne

Sin embargo, cuando la persona no sigue los lineamientos de la Torá para lograr el éxito, invariablemente permite que su cuerpo gobierne. Por un tiempo, eso está bien; está ocupado acumulando su fortuna y divirtiéndose. Pero parte de él está infeliz y simplemente no puede disfrutar de la vida, sin importar lo que tenga, sin importar lo bien que le vaya en la vida. Todas las posesiones del mundo, toda la belleza de la Creación, no significan nada para él porque en el núcleo de su esencia hay una voz gritando su descontento.

“Pero, ¿por qué no soy feliz? ¿Por qué no me siento satisfecho?”. Simplemente al hacernos esta pregunta tenemos la respuesta. Dios nos creó para un destino que es mucho más grande que sólo vivir, ganarse la vida, caminar por este camino que llamamos vida. Y es debido a eso que no puedo sentirme satisfecho con sólo pasar el tiempo. No necesito más dinero o lujos o autos. Más significado. Más sustancia. Más relevancia. Parte de mí está diciendo: “No puedo creer que Dios me puso en este planeta solamente para hacer las cosas insignificantes que hago. Tiene que haber un propósito más elevado. Tiene que haber un significado en todo esto”.

Si una persona quiere vivir una vida significativa y llena de satisfacción, necesita entenderse a sí misma. Tiene que relacionarse con las necesidades de su alma. La única manera de hacerlo es encontrando su misión en la vida, investigando por qué Dios lo creó y por qué Dios lo colocó en esto llamado vida.

La actividad que da más felicidad al hombre

Una vez que la persona se entiende a sí misma, puede dedicarse a la experiencia que le da más felicidad: el crecimiento. Para eso nos puso Dios en este mundo. Ese es el propósito de toda la Creación. Y Dios implantó dentro de nosotros todos los impulsos e instintos que necesitamos para crecer.

El reto de la vida es que existe la otra parte de mí. Hay una parte física que clama sus necesidades y deseos. Si la persona sigue esa voz, por un tiempo estará ocupado, encontrará algo de satisfacción, pero desaparece rápidamente dejándolo más vacío que antes.

Dios quiere que seamos felices

Dios quiere que seamos felices. Dios creó todo para darnos Su bondad. A pesar de que el propósito de la vida es nuestra estancia en el Mundo Venidero, Dios quiere que seamos felices en este mundo también. Por esa razón, Él creó muchas alternativas estrictamente para que lo disfrutemos. Pero para disfrutarlas, debemos aprender a usar este mundo de manera adecuada.

Cuando el hombre sigue el camino de la Torá, crece, consigue y logra su propósito en la Creación… y está feliz. En ese estado, puede disfrutar de toda la belleza de este mundo. No lo distrae; es una herramienta que él utiliza para servir más a su Creador y realzar su crecimiento. El reto de la vida es no perderse, no dejarse atrapar en el aquí y el ahora, tanto, que olvidamos que existe un mañana.

Segun tomado de, http://www.aishlatino.com/e/f/El-hombre-en-busca-de-sentido.html?s=feat el miércoles, 15 de junio de 2016

 
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Posted by on June 15, 2016 in Uncategorized

 

Shavuot ¿Místico o Físico?

Shavuot ¿Místico o Físico?

En conexión con Shavuot y el recibimiento de la Torá, hay una gran sección de discusión en el Talmud (Shabat 88b), que relata lo siguiente: Cuando Moshé ascendió a los cielos (para recibir la Torá), los ángeles le dijeron a Di-s “Dueño del Universo, ¿Qué hace un “nacido de una mujer”-mortal- entre nosotros? Di-s respondió: “Recibe la Torá”. Los ángeles contrarrestaron: “Este tesoro escondido, ¡Se lo quieres dar a alguien de carne y hueso!” ¿Por qué merecen ellos más que nosotros? ¡Danos Tu Gloria a los cielos!”, rogaron. Di-s le dijo a Moshé que les respondiera a los ángeles. Dijo entonces Moshé: “Dueño del Universo, está Torá que nos quieres dar, ¿Qué es lo que hay escrito en ella? “Yo soy el Señor, tu Di-s que te sacó de Egipto”, ¿Alguna vez los ángeles fueron a Egipto? ¿Fueron ustedes esclavos del Faraón? ¿Han vivido entre las naciones que sirven ídolos? ¿Trabajan, hacen negocios, tienen padres, tienen una vil inclinación?” Inmediatamente Di-s aceptó la posición de Moshé. La discusión finalizó.

A primera vista parece una tontería. ¿Qué haría un ángel con la Torá, si está llena de mandamientos físicos que los ángeles no pueden cumplir? Pero desde una perspectiva de la Torá, hay algo de lógica en su pedido de querer recibir la Torá basado en una ley conocida como “baal metzra”.

Cuando una persona quiere vender su propiedad, el “Baal Metzra” (vecino contiguo), tiene los primeros derechos de adquirirla ya que es provechoso para él tener su campo junto al de su vecino. Éste era el argumento de los ángeles: estudiarían la Torá como un texto espiritual, ya que la Torá es en su fuente un documento Celestial, así que por qué no ser ellos los que reciban la Torá.

Para refutar el argumento de los ángeles, varios comentaristas proveen respuestas: Baal metzra se refiere sólo a tierras, y la Torá no es una tierra. Se aplica sólo a algo que se vende, y la Torá es un regalo. El pueblo judío son los hijos de Di-s, y las leyes de baal metzra no se aplican a transacciones con los hijos de la persona. Moshé era casi como un ángel, así que él también era un baal metzra para la Torá.

Baal metzra no se aplica a un socio, y Moshé era como un socio con Di-s (Ver Shabat 10a).

Sea como fuere, resulta ser que cada una de estas respuestas defensivas puede ser refutada, dándoles la razón a los ángeles. Pero eso es porque ninguna de ellas tomó en consideración la respuesta original, la respuesta que de hecho fue la dio Moshé a los ángeles, que el lugar de la Torá debe estar con un receptor físico, que vive con los desafíos del mundo material y que puede cumplir con las mitzvot físicas.

El Rebe de Lubavitch explica que el propósito de la Torá es crear una morada para Di-s en este plano, el mundo más bajo de todos los creados. Y así como la esencia de la persona está en su casa mucho más que en cualquier otro lado, así también Di-s quería que Su esencia baje a este mundo para convertirlo en Su “casa”. Este deseo Divino sólo puede ponerse en práctica al cumplir con la Torá en este mundo. Cuando cumplimos con los preceptos de Di-s, y estudiamos Su Torá con nuestras mentes y cuerpos físicos, estamos trayendo literalmente la esencia de Di-s en este plano, algo que un ángel es incapaz de hacer.

Este hecho niega automáticamente la preeminencia del ángel también en una base legal. Cuando una persona tiene la opción de elegir vender su propiedad a uno de dos compradores, siendo uno de ellos un vecino que quiere plantar en el campo, y otro alguien que no es vecino y quiere construir una casa, la ley establece que hay que venderlo al constructor de la casa. La razón es que morar en una propiedad es superior a plantar, y la ley de Baal Metzra es inválida.

Esto es lo que Moshé le respondió a los ángeles. Siendo que los ángeles no tienen un cuerpo con el que puedan cumplir con los preceptos y hacer de este mundo físico una morada para Di-s, todo el argumento de “un vecino” se vuelve irrelevante.

También, es los planos espirituales más elevados, precisamos tener la Torá. Cuando este mundo bajo es iluminado por la esencia de Di-s, todos los mundos superiores se iluminan como resultado, así como cuando elevas una pila de cajas, las levantas desde la de abajo. Es por eso que la Torá nos fue dada a los humanos en este mundo, para que podamos elevar toda la creación en todos los mundos.

Este año, cuando celebremos la Entrega de la Torá en Shavuot, recordemos que para poder cumplir con el propósito de hacer que nuestro mundo sea un hogar para Di-s, debemos actualizar a la Torá en este plano. Que seamos meritorios de recibir la Torá con alegría y de hacerla una realidad en nuestra esencia y en nuestras vidas.

Segun tomado de,http://www.es.chabad.org/library/article_cdo/aid/1537456/jewish/Shavuot-Mstico-o-Fsico.htm el Viernes, 10 de junio de 2016

 
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Posted by on June 10, 2016 in Uncategorized

 

Why Is Conversion to Judaism So Hard?

Why Is Conversion to Judaism So Hard?

By Tzvi Freeman

Note: This article replaces a previous article that said much the same, but in a way that was often misunderstood. I hope this version will be much clearer to all.

Question:

Why do the rabbis make conversion to Judaism so hard? There are many Jews who don’t keep anything Jewish, yet the rabbis demand full observance to become a Jew. Is that fair?

Response:

You have a very good point. Religion, after all, is all about belief. If you believe, you’re in; if not, you’re out. So why can’t anyone who believes in the Jewish religion be considered Jewish? And why are those who don’t believe and don’t keep any of the Jewish practices still considered Jews?

That’s what happens when you view the Jewish people through another people’s lexicon—it all looks very puzzling. What, though, if we look at ourselves through our own language, through the original Hebrew?

Religion versus Covenant

We’ll start with this word religion. Is Judaism a religion? Is that the right word?

Religions generally start when one teacher spreads his teachings to many disciples. The people who accept these teachings are considered coreligionists. Their common beliefs hold them together as a community.

Moses didn’t preach a religion to individuals. He was more of a populist—a civil-rights leader who stood for empowerment of the people. He took his own people, who already had a common heritage, along with many who had decided to join that people, and brought them to Mount Sinai. There he brokered a covenant between a nation and G‑d. G‑d said, “I choose this nation to be my messengers of Torah light to the world.” The nation, in turn, chose G‑d, saying, “Whatever G‑d says, we will do and we will obey.”

The Jewish people, then, are best described as the “People of the Covenant”—meaning that they are a people because of a covenant. In Hebrew, a covenant is a brit—in this case, not a brit between two individuals, or even between an individual and G‑d (as Abraham had made), but a brit between an entire nation and G‑d.

So let’s replace religion with brit and see what happens.

In a religion, you belong because you believe. In Judaism, you believe because you belong.

The brit, as I wrote, is what defines us as a nation—not geographic vicinity, language, government or culture. Even if we live in different countries, speak different languages, establish different leaders and eat different foods, that covenant still bonds us. Most significantly: even if we stop keeping our obligations under that covenant or decide not to believe in it, the covenant endures. A covenant, you see, is a two-way deal. It takes two to make it and two to break it. Just because the people have let go, doesn’t mean G‑d has. That’s why it’s called an “eternal covenant”—because even if the people may be fickle, G‑d doesn’t change His mind.

So there’s the difference: In a religion, you belong because you believe. In a brit (in this case, Judaism), you believe because you belong.

Believing is part of the brit. So are all the other mitzvot—obligations—of the covenant. It doesn’t matter whether you believe in that covenant or those obligations, or believe that G‑d obligated you, or believe in G‑d at all. You can’t fight with history. You are part of this people by virtue of having been born into it, and that’s who this people are and what this people do. A deal is a deal.

Conversion versus Giyur

Let’s look at another word—conversion—and things will become even clearer.

Let’s say you weren’t born into the Jewish people. Let’s say you decide you want to enter into the same covenant as every other Jew. If this were a religion, no problem—you would just accept upon yourself whatever beliefs and rites are expected of you, and you’re in. That’s what people generally mean when they talk about conversion.

But this is a brit. To enter into G‑d’s covenant with the Jewish people, believing and doing is not enough. You need to become part of that people. How do you do that?

In this way, becoming Jewish is very much like becoming an American, a Moldavian or a Zimbabwean citizen. You can’t come to a country and declare yourself a member. It’s a two-way street: aside from you choosing your country, the government of that country has to decide to accept you.

Similarly, if you choose Judaism, you also need Judaism to choose you. Like we said, a covenant is a two-way deal.

So you need to become a ger (pronounced “gehr”). A ger is more than a convert. A ger literally means someone who has come to live among a people to which he or she was not born. A naturalized alien. That’s how the ger is described in Torah, and how the process of becoming a ger is described in the Talmud: “A ger who comes to sojourn among us.”

By joining this people, the ger instantly becomes part of the same covenant to which the people are part. And although the most essential part of joining this people is to accept the same obligations of the covenant in which they are obligated, it is not by force of his or her acceptance that the ger is obligated. Proof is, if the ger later has a change of mind, it helps zilch. The ger is obligated no matter what, because he or she has now also become “a child of the covenant.”

That’s one difference between this citizenship and citizenship of a modern country: You could always renounce your citizenship of a country. A Jew, however, is a member of an eternal covenant. Once in, there’s no way out.

The details of joining

In short, a ger is an adopted member of the Jewish family. In the words of the paradigm of all gerim, Ruth the Moabite, “Your people are my people; your G‑d is my G‑d.”

The rituals of that adoption are the same as what the Jewish people went through at Sinai: circumcision for males, immersion in a mikvah (ritual bath), and acceptance of all Torah obligations. The crucial element, however, is that all of these are to be supervised by a tribunal of learned, observant Jews—representing none other than G‑d Himself. Their job is not only to witness that the ger was properly circumcised and fully immersed in the mikvah, but also to ensure that the ger is duly cognizant of the obligations of the covenant into which he or she is entering.

That’s another distinction between obtaining citizenship of a modern nation and joining the Jewish People: citizenship is mostly associated with the attainment of rights and privileges, while Jewish citizenship (gerut) is principally concerned with the responsibilities that come along with those privileges.

If the ger-wannabe learns of these obligations and feels they are more than he or she bargained for, so be it. You don’t have to be Jewish to be a good person and to be loved by G‑d. Believe in one G‑d and keep His laws—the seven laws of Noah. Judaism—as opposed to Jewishness—is not just for Jews.

But if the ger does accept, then he or she is reborn as an eternal Jew, the same as any one of us who was born into the covenant. The soul of the ger, our sages taught, stood at Mount Sinai. In at least one way, the ger is yet greater, for the ger is the lost child who has found his way home.

As taken from:http://www.chabad.org/library/article_cdo/aid/3002/jewish/Why-Is-Conversion-to-Judaism-So-Hard.htm Friday, 10 June 2016

 
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Posted by on June 10, 2016 in Uncategorized

 

El Rebe y el líder reformista

El Rebe y el líder reformista

Por Herbert Weiner

Crecí en Boston en las décadas del 20 y del 30, sin educación judía de ningún tipo. Cuando llegó el momento de mi bar mitzvá, un tío muy amable me llevó a la sinagoga y me explicó cómo decir la bendición antes y después de la lectura de la Torá. Luego volví a mi hogar y me puse a jugar hándbol contra el costado de la casa, como si nada hubiera pasado. Esa fue toda mi educación judía hasta la universidad.

En la Universidad de Massachusetts, me metí en Hillel, la organización judía del campus, y en Avika, una organización sionista que tenía una sede en Catskills. Como resultado, me interesé por el cumplimiento de los preceptos de la Torá y por mudarme a Israel para trabajar la tierra. Sin embargo, se interpuso la Segunda Guerra Mundial. Serví en la marina mercante, y cuando terminó la guerra me inscribí en una escuela rabínica progresista, el Instituto Judío de Religión, dónde estudié para ser rabino reformista y me interesé por la cábala. Este interés me llevó a estudiar con un místico llamado Shin Tzadik Setzer, y a escribir el libro Nine and a Half Mystics (Nueve místicos y medio), que fue publicado en 1969.

Mientras tanto, fundé una congregación reformista, el Temple Israel en South Orange, Nueva Jersey y también incursioné en el periodismo. Así fue como tuve mi primer encuentro con el Rebe, en 1955, mientras escribía un artículo acerca de Jabad Lubavitch para la revista Commentary.

El Rebe me concedió una entrevista, y fue extraordinariamente atento para responder mi gran cantidad de preguntas. Yo era consciente de que había mucha gente afuera esperándolo, por lo que traté de ser conciso, pero él me dijo “No, está bien, podemos continuar”. Y hablamos largo rato.

Regresé a mi hogar profundamente impresionado, pero también tenía más preguntas. Estaba ansioso por encontrarme con el Rebe otra vez, y lo hice. También asistí a reuniones de Jabad —los farbrenguens— donde el Rebe hablaba. Finalmente, sentí que tenía el material suficiente para escribir un artículo responsable acerca del movimiento de Jabad. De hecho, escribí dos largos artículos que publicó Commentary. La reacción del público fue muy satisfactoria, y hasta la revista Time respondió con una crítica positiva.

Por ese tiempo, Jabad comenzaba a expandirse, y ya contaba con algunos centros a lo largo de Estados Unidos y en otros países también. Esto concordaba con la directiva del Rebe de “difundir las fuentes” del jasidismo. No tengo dudas de que yo fui un medio para este fin. De hecho, yo mismo me volví, en esencia, un jasid de Jabad aunque continué siendo un rabino reformista y dedicándome a mi congregación.

De algún modo, el Rebe me trató como su “emisario en el movimiento reformista”. Me pidió específicamente que siempre defienda la Torá cuando me sea posible, y que añada mitzvot a la observación del movimiento reformista siempre que pueda.

Lo hice. Y durante este tiempo —aunque no por mi intervención— el movimiento reformista se volvió más observante. El pronóstico del Rebe acerca de lo que estaba por suceder fue correcto.

Trató de influenciarme para que me hiciera más observador de la Torá. Cuando mi madre murió, él me escribió una breve carta de condolencias, como la que podría escribir para muchas personas que han perdido un ser querido. Y luego escribió una posdata de casi dos páginas.

En la posdata me llamó a ser un ejemplo, dentro del movimiento reformista, de lo que la tradición judía pide de nosotros. Pero también dijo: “Incluyo esto como posdata, para que sepas que no quiero aprovecharme de tu dolor para sugerirte que vivas una vida más llena de mitzvot. Lo incluyo como posdata para separarlo de mis condolencias”.

En otra ocasión, discutía con el Rebe las diferencias entre el movimiento de Jabad y los movimientos reformista y conservador. El Rebe dijo que cuando uno hace una pregunta acerca de la ley judía a un rabino reformista o conservador, su respuesta toma en cuenta cada posibilidad: dirá que se puede hacer esto, que se puede hacer lo otro, que se puede hacer mucho, que se puede hacer más, que se puede hacer menos, y al final te invitará a tomar tu propia decisión, y dirá que no debes sentirte culpable por ella.

Como me dijo el Rebe: “La gran falla de los movimientos conservador y reformista no es que intentan llegar a un consenso, sino que santifican ese consenso, acallan la conciencia, y no dan posibilidad al retorno”.

Por su parte, cuando se hace esa pregunta a un rabino de Jabad, la respuesta tomará en cuenta tu potencial. Puede presentarte opciones. Si no puedes cumplir todas las mitzvot en este momento, puede darte la opción de hacer lo que puedas ahora, y gradualmente tratar de hacer más, para finalmente cumplir con lo que Di-s pide.

El Rebe volvió sobre este tema una y otra vez, alentándome a dar los pasos que pudiera para incrementar gradualmente mi cumplimiento y ayudar a otros a hacer lo mismo.

Le pregunté al Rebe qué consejo tenía para las personas que querían volver al judaísmo de alguna forma. En su respuesta, el Rebe invocó al profeta Eliahu, que le dijo al pueblo judío: “No intenten bailar entre dos opiniones. No intenten moverse a los dos lados de la cerca, por así decirlo. Tomen una decisión firme”. “Incluso si no puede hacer todo la primera vez, tomen una decisión y digan: ‘Esta es la Torá. Estos son los mandamientos. Esto es lo que, gradualmente, intentaré cumplir’. Y comprométanse con todo el corazón”.

La última vez que hablé con el Rebe, estaba con cientos de otras personas que esperaban recibir su bendición. Cuando me acerqué a él, me dijo: “Es momento de volver a tu congregación —todavía lideraba una congregación reformista, y él lo sabía— ahora puedes anunciar que eres un judío ortodoxo, y que siempre lo fuiste”.

Lo hice. En la celebración de mi retiro de la sinagoga, luego de los discursos usuales, dije: “Hay algo que debo decirles. Algo que le prometí al Rebe. Le escribí acerca de Nine and a Half Mystics y me dijo: ‘Quiero que seas diez’. Yo quiero ser diez; quiero ser un judío ortodoxo. De hecho, siempre fui un judío ortodoxo, pero no lo he practicado. Pero ahora realmente quiero ser un judío ortodoxo, para que sean diez en vez de nueve y medio”.

Por Herbert Weiner

Herbert Weiner, falleció en 2013 , sirvió durante 34 años como rabino del Templo Israel de South Orange, Nueva Jersey . Fue entrevistado en su casa en Jerusalén en mayo del 2007.
Segun citado de:http://www.es.chabad.org/library/article_cdo/aid/3020720/jewish/El-Rebe-y-el-lder-reformista.htm el Viernes, 10 de junio de 2016.

 
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Posted by on June 10, 2016 in Uncategorized