
¿Alguna vez estuvo enojado?
Enojo es una palabra amplia para describir una básica —a menudo saludable —respuesta humana.
Pero me refiero al tipo no saludable. Todos lo conocemos: el irracional, agresivo —’descontrolado’ —enojo.
Así que, ¿alguna vez estuvo enojado?
¿A veces está consumido por la furia?
Por un momento retroceda a ese estado mental. ¿Cómo se siente? ¿Controla usted su vida?
¿O ha perdido el control? En lugar de guiar su respuesta emocional, ¿realmente el enojo lo controla?
Y si ha perdido el control, ¿con quién lo ha perdido? ¿Quién se sienta en el lugar del conductor en su vida?
No es usted.
“Usted” es su “mejor usted”, y éste no lo es.
Como es explicado en algunas obras clásicas de espiritualidad judía: Cuando usted sucumbe al enojo desencadena su infierno interior. Es su peor yo. Es tóxico.
Aunque parezca mentira, también puede ser seductor. Esa fuerza, que destruye la calidad de su vida, puede convertirse en una droga emocional; se presenta como su amigo, justificadamente presentándose como “en su apoyo”.
Piense nuevamente. En las palabras de Job (5:2): El enojo mata a los tontos.
Debemos conocernos. Debemos sentir cuando este enemigo ha entrado a nuestra psiquis. Cuando sentimos enojo necesitamos ver una bandera roja con los ojos de nuestra mente y entonces necesitamos inmediatamente comenzar a trabajar imaginándonos como controlarnos, como evitar la espiral descendente de resentimiento y enojo.
Pero para crear un sistema de respuesta interna adecuado, necesitamos cultivar una sensibilidad hacia el peligro. Necesitamos un genuino reconocimiento de que el enojo es un veneno para el sistema humano y un impedimento para vivir una vida significativa.
Si ve al enojo de esa manera, lo más probable es que controle su psiquis —reencuadrando su perspectiva para canalizar sus emociones de una manera más productiva.
Por milenios la tradición judía ha enseñado que el enojo también refleja una carencia de fe.
La ecuación es bastante simple: Nos enojamos cuando nos sentimos vulnerables a una amenaza o problema. Cuando creo en Di-s no me puedo sentir vulnerable. Cuando siento mi fe en Di-s, mi visión del mundo se concentra en mi Divinamente otorgada jornada, mi destino —no mi percepción de vulnerabilidad.
El enojo compite con mi sentido de destino. No le puedo permitir vencer.
Entre un estímulo que potencialmente puede provocar enojo y mi respuesta hay una brecha: Es ahí donde entra mi elección. Necesito reconocer que algunos problemas pueden ser resueltos, y algunos sólo pueden ser manejados, pero de todos modos necesito elegir una respuesta que sea adecuada para mi viaje por la vida —no una que lo niegue, y niegue la realidad de que los desafíos también son parte de ese viaje.
Por lo tanto, preste atención a su cociente de enojo.
Redúzcalo, e incremente su [calidad de] vida.