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Estremecimientos

20 Nov
por Rabí Simon Jacobson

El poder de un temblor de más de 3600 años

La experiencia de un escalofrío (humano) se menciona tres veces en la Torá (y varias veces más en el Tanaj):

El primero–en la porción de la Torá de esta semana: Isaac se estremeció mucho, muy grande, cuando Esaú se acercó a Isaac para recibir la bendición que Jacob ya había “robado” (Génesis 27:33).

Los hijos de Jacob se estremecieron cuando descubrieron el dinero plantado en sus sacos (Génesis 42:28). “¿Qué es esto que Dios nos está haciendo?” preguntaron con el corazón hundido al darse cuenta que estaban siendo responsabilizados por la sangre de su hermano José, a quien vendieron como esclavo.

En el Sinaíla gente del campamento se estremeció (Éxodo 19:16). De hecho, toda la montaña se estremeció violentamente (19:18).

Los sabios conectan estos tres escalofríantes episodios: Según el rabino Judah (Zohar I 144b), la angustia de Jacob causada por la pérdida de José fue un castigo por él haber hecho que su padre Isaac se estremeciera.

El Midrash (Ohr Ha’afeilah en manuscrito) dice que debido al estremecimiento de Isaac, siglos después, sus hijos se estremecieron en el Sinaí.

¿Qué conexión hay entre estos tres eventos?

Cada estremecimiento refleja una grave perturbación. Cuando nos damos cuenta que las cosas no están alineadas, ¿qué sucede? ¡Nos estremecemos!

Nuestro universo en general, y cada persona individualmente posee una naturaleza dicotómica, compuesto de materia y espíritu, cuerpo y alma, dos fuerzas impulsadas en direcciones opuestas. La batalla entre la materia y el espíritu crea serias turbulencias, las que podemos hallar en la raíz de toda soledad y desesperación existencial, convirtiéndose en razón más que suficiente para estremecerse.

Sin embargo, esta disonancia no siempre es evidente.

La historia de Jacob y Esaú refleja esta lucha existencial como producto resultante de la tensión entre la materia y el espíritu. Los hermanos gemelos Jacob y Esaú encarnan dos personalidades y dos naciones que están en desacuerdo desde el momento de la concepción (en el vientre de Rebeca): “Dos naciones hay en tu vientre. Dos gobiernos se separarán de tu interior. La ventaja irá de una nación a otra “.

Esaú y Jacob representan dos fuerzas en nuestras vidas y de forma conjunta en el mundo: Esaú, el “hábil cazador, un hombre del campo”, simboliza el cuerpo, el mundo material, cuyos elementos indómitos necesitan ser conquistados. Jacob, el “hombre sano, que habita en las tiendas”, encarna el alma, el mundo espiritual. Inicialmente, estos dos mundos no coexisten. La materia y el espíritu están en guerra. “Cuando uno sube, el otro cae”.

En términos místicos, la lucha entre Jacob y Esaú representa el proceso llamado Avodat habirurim: Todo en nuestra existencia material contiene “chispas” Divinas, es decir, energía espiritual, y nosotros tenemos la encomienda, la misión de extraer, redimir y elevar estas chispas, para descubrir la oportunidad espiritual incrustada en cada experiencia, y así refinar el universo material, y transformarlo para que se cumpla su verdadero propósito: un vehículo para la expresión espiritual.

Originalmente, Esaú iba a ser el socio de Jacob en el esfuerzo por redimir las “chispas” divinas. La parte guerrera de Esaú estaba destinada a domar los elementos burdos del materialismo y convertirlos en vehículos de lo sublime. Pero el Esaú material, primero necesita al Jacob espiritual como fuente de dirección y enfoque. Para obtener las bendiciones materiales que Isaac había designado para Esaú, Jacob se viste con la ropa de su hermano,con la intencíon deredimir la poderosa energía dentro de la materia.

Después que Jacob se camufló para recibir las bendiciones de Isaac, Esaú regresa de su cacería en el campo y se presenta ante su padre. Cuando Esaú entra a la presencia de Isaac, Isaac percibe la profunda disonancia entre la materia y el espíritu, entre Esaú y Jacob. Y se estremece violentamente: algo anda mal, ¡terriblemente mal!

¿Qué causó exactamente que Isaac sufriera un estremecimiento tan violento?

Una opinión apunta a que Isaac se estremeció cuando se dio cuenta que Esaú no era quien él pensaba que era: Isaac “vio Gehennom [infierno] abrirse debajo de él” (Rashi – de Tanchuma Brocho 1. Zohar, ibid). Según esta opinión, Jacob no fue castigado por este escalofrío (ver Ohr HaChama Zohar ibid).

Una segunda opinión indica que Jacob fue la causa de su estremecimiento. Entonces, aunque Di-s estuvo de acuerdo en que Jacob debía recibir las bendiciones, pero debido al sufrimiento que le causó a su padre (es decir, le hizo consciente de la profunda discordia), él sufrirá años más tarde lo mismo cuando experimente la desaparición de su hijo José.

José siendo vendido por sus hermanos fue otra manifestación del cisma entre la materia y el espíritu.

Finalmente, el estremecimiento de Isaac hizo que el pueblo israelita se estremeciera mientras estaba en el Sinaí. El salmista escribe: “Desde el cielo hiciste que se oyera la sentencia, la tierra temió y se quedó quieta” (Salmos 76: 9). Explica el Talmud (Shabbas 88a), que en el Sinaí  “la tierra temía” porque la existencia material del universo era tenue, frágil sin carecía de la conexión con su propósito espiritual. Cuando se estableció esta conexión en el Sinaí, la tierra “estaba quieta”.

Por lo tanto, era bastante apropiado que, de pie ante el Sinaí, “la gente del campamento–así como la montaña–se estremeciera”. [Quizás la montaña “se estremeció violentamente” porque la gente era, después de todo, hijos de Jacob, y por lo tanto no estaba muy lejos de su llamado espiritual. Por el contrario, la montaña era parte de la “tierra” material que estaba atemorizada].

Sin embargo, incluso después de la quietud experimentada en el Sinaí, la batalla continúa, pero ahora estamos armados con las herramientas formales para unir el asunto de Esaú con el espíritu de Jacob.

Hace más de 3600 años, nuestro abuelo Isaac se estremeció violentamente. Se estremeció por la desalineación del universo. Se estremeció por cada experiencia dolorosa que tendría lugar a lo largo de los siglos. Se estremeció al ver las terribles consecuencias de las batallas entre Esaú y Jacob– las guerras que se librarían entre estas dos potencias globales, dos fuerzas en la histori– Roma y Jerusalén.

Se estremeció al darse cuenta lo difícil y lo enormemente doloroso que sería la lucha a lo largo de la historia, entre las fuerzas de la materia y las fuerzas del espíritu.

Su estremecimiento continuó reverberando a lo largo de los eones.

Pero el estremecimiento de un Tzadik no es un asunto de mero miedo. Él absorbe parte del impacto y el dolor—haciendo que para nosotros sea más fácil abrirnos camino a través de los desafíos.

Y lo hicimos. A través de todos los estragos, persecuciones y expulsiones, nos encontramos hoy en el umbral de un mundo nuevo: un mundo que finalmente estará “quieto”, en paz consigo mismo, con sus vecinos y, sobre todo, con su propósito divino.

Algunos escalofríos tienen, tal poder.

Según tomado de, https://www.meaningfullife.com/toldos-shudders/?utm_source=Meaningful+Life+Center&utm_campaign=2673a02602-WN%24Shudders&utm_medium=email&utm_term=0_0bcb4308af-2673a02602-82293993

Traducido con algunas modificaciones hechas por: drigs (CEJSPR)

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Posted by on November 20, 2020 in Uncategorized

 

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