Lo sucedido en el ‘67 hizo evidente que el compromiso pragmático era la mejor opción. En cambio, supuestos amigos como la ONU han avivado falsas esperanzas de derrotar a Israel.
El 29 de noviembre fue el aniversario de la decisión que la ONU tomó en el 1947 para dividir Palestina en un estado judío y otro árabe. El pueblo judío recuerda la fecha como el reconocimiento por parte de la comunidad internacional del renacimiento del hogar histórico de los judíos en la tierra de Israel. La misma fecha, el 29 de noviembre, es recordada por los palestinos como el comienzo de la Nakba, la catástrofe para el pueblo palestino.
Dos reacciones diametralmente opuestas a un mismo evento histórico, narrativas comprensiblemente diferentes en ese momento, pero ¿tienen que seguir siendo así?
El 29 de noviembre en las Naciones Unidas no debería ser un día para agregar al proceso anual de acumulación de resoluciones antiisraelíes, sino para cerrar la brecha entre las dos narrativas históricas trabajando positivamente hacia una solución de dos estados.
Estas resoluciones, que refuerzan el tema de la Nakba, no solo no han ayudado a sus supuestos beneficiarios, los palestinos, sino que han contribuido en gran medida a garantizar que sus difíciles circunstancias sigan arraigadas.
Muchas culpas hay por todas partes en cuanto al porqué el conflicto sigue sin resolverse. Israel necesita hacer más para comprender que existe una narrativa palestina. Cuestiones como la expansión de los asentamientos israelíes y las conversaciones sobre la anexión han complicado las cosas.
Sin embargo, nunca será suficiente decir que el meollo del problema radica en que los palestinos se centran en el daño que ellos creen que les causaron, en lugar de buscar formas de mejorar sus vidas, adquirir control real sobre su destino y reconocer la historia del pueblo judío y su conexión eterna con la tierra de Israel como el tema subyacente a lo sucedido del 29 de noviembre.
Si bien es comprensible que los palestinos vean la fundación de Israel como un desastre para ellos, deben aceptar el hecho de que el sionismo no fue una empresa colonial sino el regreso del pueblo judío a la tierra donde están las raíces de sus orígenes como pueblo y que ésta permaneció en el corazón del pueblo judío mientras estuvo en el exilio por dos mil años.
Durante los primeros días del estado judío, existía una posibilidad real de que los agravios de los palestinos y el mundo árabe contra Israel pudieran transfomarse en su eliminación. El objetivo de la guerra contra Israel entre 1947 y 1949 tenía la intención de hacer exactamente eso.
Cierto es que, David Ben Gurion a duras penas logró que se aprobara una votación del consejo ejecutivo sionista para declarar a Israel como estado independiente el 14 de mayo de 1948 porque los líderes sionistas temían que pudiera conducir a la destrucción del estado recién nacido.
Cuando esto no sucedió, o sea cuando Israel ganó su guerra de independencia, todavía parecía haber alguna base para creer que Israel podría ser estrangulado utilizando otros medios. En 1950, la Liga Árabe lanzó el boicot económico contra Israel. E incluso tan tardío como en 1967, previo a la Guerra de los Seis Días, amenazas provenientes desde Egipto por parte de Gamal Abdul Nasser en las cuales hablaba de aniquilar el estado judío, en ese momento parecía haber un elemento de posibilidad que asustó a muchos israelíes y judíos en todo el mundo.
En otras palabras, si durante ese período, los palestinos todavía se aferraban a las aspiraciones para la desaparición de Israel, aun cuando fuera contraproducente para ellos mismos, era porque tenían alguna base para creer que lo podían lograr.
Después de 1967, esto se evaporó por complete, y pasó de ser un gol desde la lejanía del portero a una ilusión total.
La fuerza militar de Israel, su alianza con la superpotencia estadounidense y su creciente madurez económica dejaron en evidendia que estaba aquí para quedarse. A partir de ese momento, lo que los palestinos necesitaban escuchar del mundo, en particular de aquellos que decían ser sus amigos, era que tenían que alejarse de las ilusiones para enfocarse en soluciones prácticas que realzaran la vida palestinense y reconocieran la legitimidad y seguridad de Israel.
Desafortunadamente, como hemos visto en la ONU, y en medios de comunicación internacionales como la BBC, reforzar las ilusiones palestinas ha estado en gran medida como la orden del día, o mejor aún, a la orden durante décadas.
Y así, mientras otro 29 de noviembre llega y se va, es hora de tomar otro rumbo, para llevar a casa el tema de que los palestinos finalmente deben buscar otro camino, aunque sólo sea por el bien de su propio bienestar. El hecho de que países árabes como Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y Sudán estén normalizando las relaciones con Israel y que los saudíes estén al menos hablando con Israel al más alto nivel, no significa que el tema palestino haya desaparecido de la escena. Sin embargo, sí significa que tiene que tomar un rumbo muy diferente al que ha tomado hasta la fecha, uno basado en una evaluación realista de los hechos en la región y en métodos que permitan alcanzar metas prácticas fundamentadas en el compromiso y el mutuo entendimiento.
Traducido por drigs (CEJSPR)